Desvelamos la histórica incógnita de a quién perteneció el escudo que acompaña al de los Sotomayor y Zúñiga en la 'Sala de la Reina' y cuya interpretación hasta la fecha provocaba una incongruencia temporal difícil de explicar.
Pocas semanas después de publicar nuestro último estudio de investigación histórica que nos llevó a descubrir el motivo por el que existen flores de lis representadas en el castillo de Belalcázar, presentamos hoy unas nuevas conclusiones acerca de la heráldica existente en el mismo que disrumpen por completo con cualquier publicación realizada hasta la fecha y que tal vez obliguen a reinterpretar la historia del monumento.
Desde hace largo tiempo perdura la incógnita de a quién pertenece el escudo existente en la bóveda de la cuarta planta del castillo de Belalcázar –la más noble de las existentes–, situado junto al de los Sotomayor y en igualdad de importancia que el de los Zúñiga, ramas ambas fundadoras del linaje condal de Belalcázar.
Tal y como se puede apreciar en la imagen anterior, la estancia la preside como de costumbre el escudo de los Sotomayor –cuyas armas son, en campo de plata, tres fajas jaqueladas de oro y gules en dos órdenes, separados cada uno por una raya de sable–, linaje central de la casa condal de Belalcázar, que una vez más prepondera sobre los demás para dejar meridianamente claro a quién pertenecía la autoridad familiar sobre el Señorío. Arriba y abajo del mismo se identifica claramente el característico escudo de los Zúñiga –cuyas armas son, en campo de plata, una banda de sable, y brochante sobre el todo, puesta en orla, una cadena de oro de ocho eslabones–.
Lo interesante y llamativo de esta estancia es la aparición de un tercer escudo, para nada habitual en la simbología representada a lo largo y ancho del castillo, donde predominan con exclusividad las referencias a las enseñas de los Sotomayor y los Zúñiga. Aquí, no obstante, a derecha e izquierda del escudo de los Sotomayor, aparece un nuevo escudo con tres fajas representado con el mismo tamaño y disposición que el de los Zúñiga, lo cual resulta del todo significativo.
Pero, ¿a quién podía pertenecer? Pues bien, tradicionalmente ha sido identificado con el escudo de los Córdoba (o Fernández de Córdoba), cuyas armas son, en campo de oro, tres fajas de gules. Esto a priori encajaría a la perfección con la composición del escudo y resultaría la primera respuesta válida que le viene a la mente a cualquier investigador del tema, puesto que se trata de un blasón muy extendido en nuestra provincia y resulta habitual encontrarlo en infinidad de monumentos de la zona.
No obstante, este análisis, a todas luces demasiado superficial, encierra una trampa de grandes proporciones, ya que nos induce a conformarnos con la respuesta más natural al pensar de forma provincial, cuando deberíamos tomar un prisma más amplio con el que conseguir el correcto enfoque. Y es que los Córdoba tuvieron influencia, y mucha, en la provincia, pero en el sur; el norte tenía y continúa teniendo un carácter propio marcado por su influjo extremeño, de donde provenían las diferentes familias nobiliarias que se fueron haciendo con el control de los territorios. Por ello, a priori, no tendría sentido encontrar el escudo de los Córdoba en el castillo de Belalcázar.
Revisados todos los argumentos conocidos podemos concluir que no existió vínculo suficiente entre los Sotomayor y los Córdoba como para que el blasón de estos últimos se encontrase presente en el castillo de Belalcázar.
Esta teoría, defendida por varios autores hasta la fecha, tan solo encontraría justificación posible en tres hechos históricos ocurridos, que a continuación repasamos:
El primero de ellos justificaría la existencia del escudo de la familia Córdoba en el castillo de Belalcázar –y también en el de la Puebla de Alcocer–, en referencia a la supuesta madre de Alfonso de Sotomayor, Leonor de Guzmán y Córdoba, nieta del I Conde de Niebla. Pero, tal y como demostramos en nuestro anterior artículo, no existe referencia documental anterior a mediados del s.XVI que sitúe a esta dama como madre del Conde (1) y la única referencia existente sobre su persona la enlaza matrimonialmente con D. Andrés González de Mesa (2), por lo que su identificación como madre del Conde no puede más que tratarse de un error. Además, disponemos de la prueba documental más fehaciente para aseverar la autenticidad de su progenitora en el certificado de legitimación expedido por el rey Juan II, en el que se reconoce a Alfonso de Sotomayor como vástago de Doña Leonor Daza, hija del comendador de Lares (3). Este tipo de documentos no suele mentir, pues la transmisión de la inmensa fortuna motivo de la legitimación dependía de que no existiera nadie capaz de contradecirlo, por lo que quedaría descartado este motivo como posible explicación para la existencia de los citados escudos en el castillo de Belalcázar.
El segundo hecho histórico que podría justificarlo tendría lugar el 2 de noviembre de 1462, cuando se fecha una escritura otorgada por el Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba, y su esposa María Carrillo, en la que convienen en desposar a su hija Sancha de Rojas con Gutierre de Sotomayor –después III conde de Belalcázar–(4), el primogénito de diez años de Alfonso de Sotomayor. Con la salvedad que este matrimonio nunca llegó a celebrarse (5), por lo que la existencia de los escudos de los Córdoba en el castillo de Belalcázar solo se conjeturaría por la previsión de dicho enlace durante el proceso de construcción de la fortaleza, aunado el expreso deseo de los Señores de Belalcázar de querer hacer un guiño al Conde de Cabra para ganarse su apoyo ante la nobleza cordobesa, que por entonces aún les continuaba disputando los territorios de su Señorío. No obstante, este acuerdo matrimonial se truncó cuando a principios de 1464, los cordobeses, acaudillados precisamente por el hijo del Conde de Cabra, acabaron por asolar las tierras del señor de Belalcázar, logrando ocupar las dehesas de Madroñiz y Madroñicejo (6), lo que inició largos pleitos (7) que a buen seguro quebrantaron por completo la confianza entre las partes, haciendo imposible el enlace y, con más razón, que se mantuvieran las armas de los Córdoba en el castillo de Belalcázar.
Y el último motivo plausible que pudo existir para la colocación de dichos escudos no tiene lugar hasta casi un siglo después, en 1542, cuando sí que se unieron ambas familias mediante las capitulaciones matrimoniales de Don Alfonso de Zúñiga Sotomayor, VI conde de Belalcázar y IV Marqués de Gibraleón, con doña Francisca Fernández de Córdoba, III duquesa de Sessa y nieta del Gran Capitán (8), pero esta unión no tuvo descendencia, por lo que el linaje quedó rápidamente sesgado.
La explicación supondría que este Conde, en una reforma de ejecución posterior a la finalización de la fortaleza, habría colocado los escudos de los Córdoba en la mencionada sala en homenaje a su mujer, pero esto parece igualmente algo improbable ya que existe un elemento significativo que nos permite adscribir la disposición de los escudos situados en la 'Sala de la Reina' con un determinado momento de la evolución del linaje señorial y es la ausencia de la corona condal. Dicha corona sí aparece, en cambio, mostrando la dignidad adquirida, en el tímpano de la iglesia de los Cinco Mártires de Marruecos, presidido por un escudo partido con las armas de D. Gutierre de Sotomayor, III Conde de Belalcázar, y su esposa Teresa Enríquez, bajo cuyo patronato conjunto se fundó el convento, autorizado por bula del papa Inocencio VIII, el 14 de septiembre de 1486. Así pues, no parece tampoco que la colocación de dichos escudos, sin la corona condal, pueda adscribirse a esta época, por lo que descartamos dicha explicación como válida.
Revisados, pues, todos los argumentos conocidos para poder identificar estos escudos con las armas de los Córdoba, y no pareciendo ninguno de ellos lo suficientemente sólido para justificarlo (pese a ser esta versión la única oficialmente aceptada hasta la fecha –probablemente por no existir otra o por una inusitada falta de pensamiento crítico ante anteriores publicaciones–), podemos concluir que no existió vínculo suficiente entre los Sotomayor y los Córdoba como para que el blasón de estos últimos se encontrase presente en el castillo de Belalcázar, que recordemos fue casa solariega de los Sotomayor y epicentro de su condado.
Esto hace que, para encontrar la correspondencia de estas armas, debamos centrarnos en los orígenes del linaje y no en la evolución del mismo, enfocando nuestras investigaciones en los antecesores del I Conde de Belalcázar y en las familias que entroncan con él. Así, siguiendo con las nuevas líneas de investigación abiertas a raíz de la confirmación de Dña. Leonor Daza como madre del I Conde de Belalcázar, D. Alfonso de Sotomayor, y tras conocer que ambos además compartían la misma línea sanguínea por parte de abuelos al ser a su vez primos hermanos, hemos situado nuestro foco investigador en la familia del abuelo del conde, D. Gil García de Aza, alcanzando conclusiones sorprendentes.
D. Gutierre de Sotomayor, Maestre de la Orden de Alcántara e instaurador del linaje de la familia condal de Belalcázar como I Señor de Gahete, aunque impulsó ser conocido por el apellido de su madre por la influencia que esta familia tenía por aquel entonces en la Orden de Alcántara, es heredero igualmente por parte de padre de otro importante y longevo linaje, como es el de los Garcés de Aza.
Este linaje se remonta a D. Gonzalo Fernández, Conde de Lara, Aza y la Bureva (9), que tuvo por el segundo de sus hijos a D. Fernando González, quien heredó el estado de Aza y así fue segundo Señor de él. Este caballero tuvo por hijo, entre otros, a D. Garci Fernández, que sigue esta línea, casando con Doña Nuña de Cabrera, de cuya unión fue hijo a su vez D. García Garcés, que fue señor de Aza y casó asimismo con la Infanta doña Elvira, señora de Toro, hija del rey D. Fernando el Magno y de la Reina doña Sancha. Falleció este caballero el año de 1087, dejando de su matrimonio a D. García Garcés como primogénito, que continúa esta sucesión.
La investigación acerca de los orígenes de la familia condal de Belalcázar que hemos efectuado, nos lleva a la determinación que en la bóveda de la 'Sala de la Reina' aparecen los emblemas familiares de todos los abuelos del I Conde de Belalcázar
Tras una serie de sucesiones posteriores que abarcan más de tres siglos y que no entraremos a detallar, pero que pueden consultarse de forma clara y resumida en el siguiente extracto referente a la dinastía de los Aza (o Daza) del "Diccionario Histórico, Genealógico y Heráldico de las familias ilustres de la monarquía española (Tomo V)" (1860) de D. Luis Vilar y Pascual, digitalizado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (México), llegamos a D. Gil Garcés de Aza (10), que tuvo como hijo primogénito a D. Pedro Gil de Aza –primer personaje que aparece en el árbol genealógico presentado anteriormente y sucesor de los estados de esta línea–, que casó con su prima Doña Teresa Gil y tuvo de esta unión a D. Gil Pérez de Aza, quien a su vez casó con Doña Urraca Álvarez de Asturias y produjo de esta unión a D. Ruy Garcés de Aza.
Este caballero casó con doña Juana de Guzmán, señora de los dos Gumieles, hija de D. Pedro Núñez de Guzmán y de su mujer doña Mencía de Avellaneda. Fue D. Ruy Garcés de Aza Comendador de Paracuellos y Trece de la Orden de Santiago por los años de 1366, y dejó de su matrimonio por hijo a D. Gil García de Aza, Comendador de la Orden de Alcántara, que casó con doña Teresa de Sotomayor, tomando sus descendientes este apellido y olvidando el de su baronía de Aza.
Así, analizando el linaje observamos, tal y como era costumbre en la época, el uso continuado del patronímico como identificador de ascendencia, pero siempre con la aparición recurrente del Garcés (o García) como denominador común e identificador del linaje original, y siempre seguido a su vez del título de Aza (o Daza) –tengamos en cuenta que en Castilla a partir del s.XIII el patronímico deja de formarse exclusivamente a partir del nombre del padre, para escoger en su lugar el nombre de algún pariente con la misma combinación de nombre y patronímico-.
Así pues, si vamos a comprobar las armas primitivas del linaje de los Garcés, encontramos que traen, en campo de plata, tres fajas de gules, lo cual las hace casi idénticas a las de los Córdoba, con la única distinción del color del campo, cambiando el oro por la plata. De esta forma, resulta comprensible que, transcurridos los siglos y habiéndose perdido por completo la pintura que decoraba los escudos esculpidos en el castillo de Belalcázar, exista fácil confusión entre ambos, pero la investigación acerca de los orígenes de la familia condal de Belalcázar que hemos efectuado, nos lleva a la determinación que en la bóveda de la 'Sala de la Reina' aparecen los emblemas familiares de todos los abuelos del I Conde de Belalcázar:
Las armas de los Sotomayor, por su abuela doña Teresa de Sotomayor, que aparecen en el campo central del crucero, estableciendo así la línea principal del linaje;
Las armas de los Garcés, por su abuelo D. Gil García (o Garcés) de Aza, a derecha e izquierda de las de los Sotomayor,
Y las armas de los Zúñiga, por su mujer doña Elvira de Zúñiga, arriba y abajo del emblema de los Sotomayor.
Insistimos en remarcar la particular circunstancia de que estos eran los únicos abuelos del I Conde de Belalcázar, Alfonso de Sotomayor, al ser su madre, Leonor Daza, sobrina carnal de su padre, Gutierre de Sotomayor, por lo que ambos compartían la misma línea de sucesión familiar.
De esta forma, consideramos este un hallazgo sin duda de gran relevancia, puesto que disrumpe con las consideraciones efectuadas en las investigaciones realizadas hasta la fecha y ofrece nuevos resultados para un mejor entendimiento de los linajes que confluyeron en la constitución de la familia condal de Belalcázar, así como para la correcta interpretación de la heráldica y la simbología que encierra este magnífico monumento de Los Pedroches.
Artículo de Javier González Calderón para la Asociación Cultural Turdulia Belalcazarensis.
Bibliografía:
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