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Recuperamos la histórica Picota o Cruz de los Garabatos

Actualizado: 4 nov 2023

Desde la Asociación Cultural Turdulia hemos recuperado, junto al Ayuntamiento de Belalcázar, otro pedazo de la historia de la localidad: la Picota, también conocida popularmente como "Cruz de los Garabatos" por los ganchos colocados en su fuste.



Rollo jurisdiccional. Cruz de los Garabatos. Picota. Belalcázar, Córdoba. Asociación Cultural Turdulia.
Imagen frontal de la Picota o "Cruz de los Garabatos" recuperada e instalada en su emplazamiento original por la Asociación Cultural Turdulia.

Este importante elemento patrimonial, originario de mediados del s. XV y destruido durante unos polémicos altercados ocurridos en 1932, constituye todo un emblema del pasado histórico de la Villa de Belalcázar. Se trataría del instrumento ejecutor por excelencia de las sentencias que se dictaban en la localidad en virtud del privilegio real concedido a la Villa por el cual gozaba de autonomía jurisdiccional, lo que le otorgaba la potestad de impartir justicia en los pleitos que surgieran en su territorio e incluso de dictar la pena capital.


La Picota o "Cruz de los Garabatos" se mantuvo inhiesta y bien conservada hasta un fatídico día 15 de febrero de 1932, cuando un grupo de cuatro jornaleros temporeros fueron enviados a derribarla, cobrando cada uno de ellos 2 pesetas de la época.

Dicha construcción consistía en un palo o columna de piedra, situada en la entrada principal de la población, que advertía al visitante de los privilegios de que disponía la Villa y de las ejecuciones y penas que allí se producían, motivo por el cual la picota solía incluir elementos de castigo penal, como garfios en los que se colgaban las cabezas y cuerpos de los ajusticiados por la autoridad civil, o cadenas con las que sujetar a los reos y delincuentes condenados a la pena de exhibición para su escarnio y vergüenza pública.



Historia y origen de la picota y el rollo jurisdiccional de Belalcázar


Aunque no existe evidencia exacta de su instalación, su origen más que probable se situaría en torno al año 1444, momento en el que la Villa de Gahete –que transcurridos pocos años cambiaría su nombre al de #Belalcázar– pasó a formar parte, junto a Hinojosa, del Señorío que el Rey Juan II otorgó a D. Gutierre de Sotomayor. Al conceder este privilegio, el Rey apartó a ambas localidades de la jurisdicción de Córdoba para concedérselas a su nuevo señor, con la pretensión de favorecer así a su vasallo y debilitar a la ciudad cordobesa, que había tomado partido por los Infantes de Aragón, traicionando con ello la causa de la Corona.


Además de satisfacer las aspiraciones del maestre de Alcántara D. Gutierre, entregándole villas y tierras cercanas a las posesiones de la Orden –lo que fortalecía a su vez al partido de su condestable D. Álvaro de Luna–, con este astuto movimiento, el Rey Juan II zanjó un conflicto que comenzaba a tomar tintes de sublevación popular en Gahete, cuyos vecinos se habían revelado contra las injusticias y arbitrariedades que desde Córdoba, los diferentes regidores, venían tomando contra ellos en los últimos tiempos, torturándoles, usurpando sus tierras u obligándoles a sacrificar su ganado con el fin de favorecer a la aristocracia de la capital.


Su origen más que probable se situaría en torno al año 1444, momento en el que la Villa de Gahete pasó a formar parte, junto a Hinojosa, del Señorío que el Rey Juan II otorgó a D. Gutierre de Sotomayor.

De esta forma, Belalcázar pasó a gozar del privilegio de tener una jurisdicción propia, lo que le permitía, entre otras cosas, establecer sus propias leyes y ajusticiar a sus reos, castigando incluso con la pena capital los delitos más graves cometidos en el municipio. Como signo de dicha concesión real, las villas agraciadas elevaban su categoría al rango de “señorío”, lo que se solía simbolizar con la colocación de un rollo jurisdiccional y una picota, que ocupaban un lugar destacado en la principal vía de entrada a la localidad, con objeto de simbolizar y avisar disuasoriamente al forastero del privilegio del que gozaba la villa.



Diferencias entre rollo y picota

La Picota. Cruz de los Garabatos. Belalcázar, Córdoba. Rollo jurisdiccional de la Villa.
En Belalcázar, las funciones del rollo y la picota acabaron aglutinándose en un mismo elemento.

Así, en Belalcázar debió instalarse en torno al citado año 1444 un rollo jurisdiccional y una picota. El rollo había aparecido en nuestro país en el s. XIV y consistía en una columna de piedra, más o menos labrada y acabada en punta o rematada con una cruz o cualquier adorno, colocada verticalmente en el suelo sobre un plinto escalonado y que solía localizarse en plazas o encrucijadas. Este elemento debe diferenciarse de la picota, inicialmente construida en madera y varios siglos anterior al rollo de piedra, que era estrictamente un instrumento de suplicio o ejecución de villanos –no de nobles ni eclesiásticos, que gozaban de una jurisdicción propia– y que en ningún caso alcanzaba la categoría que el rollo representaba, ya que este último solo podía erigirse previa autorización real.


Las villas con autonomía jurisdiccional, como lo fue Belalcázar, disponían de ambos elementos, picota y rollo, sin embargo, en no pocas ocasiones los rollos acabaron sirviendo también de picotas y viceversa, lo que otorgó a estos elementos arquitectónicos una marcada ambivalencia que contribuyó a que la gente terminara por equiparar y confundir ambos.


En el Inventario monumental y artístico de la provincia de Córdoba, escrito por Rafael Ramírez de Arellano en 1904, se describe la existencia en Belalcázar de “Dos rollos para colgar en ellos los trozos de los ajusticiados: uno de ellos llamado por la gente ‘la cruz de los garabatos’ está completo […]. Se le llama de los garabatos por los cuatro garfios de hierro que aún conserva, dando idea de su triste destino”.


Extracto del libro manuscrito de Ramírez de Arellano.
Extracto del manuscrito de Ramírez de Arellano, en cuyo capítulo dedicado a Belalcázar destaca los dos rollos existentes en la localidad.

Esta reseña histórica resulta clave para la identificación de este crucero como un rollo jurisdiccional, revelándonos además la existencia de otro más en la población. Sin duda, sería algo insólito que en una misma población existiesen dos rollos, siendo más probable que se estuviese dando la confusión anteriormente citada entre estos dos elementos diferentes, pero muy unidos, y que, en diversas ocasiones y con el devenir del tiempo, acabaron por aglutinar en sí mismos las funciones del otro: significar señorío el primero y servir de patíbulo o lugar de condena el segundo.


En el caso de la Cruz de los Garabatos, por la nomenclatura que la tradición popular ha traído hasta nosotros y por su descripción con los "cuatro garfios de hierro", no cabe duda de que tuvo que cumplir funciones de picota, y puede que, al ser la única que ha llegado “completa” hasta nuestra época reciente –según establece el citado texto–, acabase por aglutinar también las del rollo, siendo igualmente conocida como tal.



Ubicación y características


Así, en Belalcázar estos elementos se encontraban ubicados en la principal entrada y salida de la localidad, esto es, en el Camino de Sevilla. El primero de ellos es la denominada Cruz de los Garabatos, que sería la primera que se encontraría el viajero procedente de Sevilla.

Ilustración Damián Flores. Cruz de los Garabatos. La Picota. Belalcázar, Córdoba. Asociación Cultural Turdulia.
Ilustración del artista Damián Flores, tratando de reproducir la apariencia original de la Cruz de los Garabatos en base a las descripciones recopiladas por quienes la conocieron.

Se situaba en el Domadero, cerca de la entrada a la primera calleja de la urbanización de reciente construcción, subiendo unos cien metros desde la Cruz de los Muertos. Estaba formada por una columna de granito, de varias piezas, que no alcanzaba los tres metros de altura y ostentaba unos sesenta centímetros de base. Cuatro estrías o canales, a la misma distancia entre sí, la recorrían de arriba abajo, interrumpiéndose antes de la cima, que remataba en casquete esférico con pequeña cruz de hierro.


En lo alto de la columna, al comienzo de cada estría, había cuatro garabatos de hierro, fuertes y resistentes, clavados en la piedra. La curva de cada gancho de los garabatos comenzaba muy cerca de su salida de la piedra y terminaba en punta aguda con ligera inclinación hacia abajo. Se alzaba la picota sobre una plataforma cuadrada de tres escalones.


Las personas del pueblo que la conocieron la recuerdan de sus juegos infantiles en el descampado del Domadero. Entre los niños corrían de boca en boca los horrores que les contaban los mayores sobre los ajusticiados en la cruz. Algunos incluso decían recordar que tenía una calavera de piedra delante de la cruz. No hay noticias acerca del paradero de la columna de granito que formó el rollo, sin embargo, sí se sabe que los garabatos fueron vendidos, en los años de la posguerra, al chatarrero del pueblo.


Picota. Calavera de piedra. Cruz de los Garabatos. Belalcázar, Córdoba.
Detalle de la cruz con la calavera que rememora su uso medieval como picota y lugar de ajusticiamiento.

El otro rollo incompleto al que hace referencia Ramírez de Arellano es el que se conoce como Cruz de la Tercia, que se encontraba justo a la salida de la población por el mismo camino de Sevilla. Concretamente se hallaba en la margen izquierda del arroyo del Prado, frente al corralón de la Tercia, que permanece edificado al final de la calle Santa Rita, formando esquina con el arroyo. En este lugar es donde hoy en día se celebra cada martes el mercadillo.


El corralón de la Tercia recibe este nombre porque se utilizó, en tiempos, para almacenar los productos en especie recaudados por el tributo de la Tercia –o tercera parte de los diezmos que correspondían al Rey–. Mientras que el arroyo del Prado se llamó así por la tupida pradera de hierba que crecía en sus amplias orillas, progresivamente reducidas, donde pastaba el ganado de la pequeña economía familiar.


La cruz que aquí se levantaba era también de granito, acanalada longitudinalmente, con la cima redondeada y rematada con cruz de hierro forjado, alzándose todo ello sobre un pedestal escalonado.


Así pues, cabe destacar que las dos “cruces” que jalonaban el camino de Sevilla eran semejantes entre sí, pero diferentes a las otras de Belalcázar; signo sin duda de su marcada relevancia histórica durante el transcurso de los siglos.



Desaparición


El 26 de mayo de 1813, las Cortes de Cádiz promulgaron un Decreto que ordenaba “la demolición de todos los signos de vasallaje que hubiera en sus entradas, casas particulares, o cualesquiera otros sitios, puesto que los pueblos de la Nación Española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la Nación misma, y que su noble orgullo sufriría por tener a la vista un recuerdo continuo de humillación”, lo que comportó la desaparición de muchos de los rollos y picotas existentes en el país, aunque otra gran parte de ellos fueron reconvertidos en cruceros para evitar su destrucción.


Recorte prensa Diario La Voz. 1932. Quema Ermita de San Antón. Destrucción cruces Belalcázar.
Recorte de prensa publicado el 28 de febrero de 1932 en el Diario La Voz que recoge los hechos ocurridos recientemente en Belalcázar.

En este sentido, es conocido que los juicios civiles y religiosos durante muchos siglos vinieron a estar íntimamente ligados, costando diferenciar realmente los unos de los otros, al emanar ambos poderes de idéntica gracia divina. Por ello, era habitual entre la población confundir los cruceros y las cruces de término con las picotas y los rollos jurisdiccionales, motivo por el que probablemente fuesen indultados de su destrucción en Belalcázar. Ejemplo de ello era la creencia popular existente entre sus habitantes, que asimilaban la Picota o “Cruz de los Garabatos” a la Santa Inquisición. De hecho, popularmente también se conocía esta cruz como la “Cruz de la Inquisición”, recuerdo sin duda de los ajusticiamientos que allí se propiciaban.


Sea como fuere, en el caso de Belalcázar, tal y como hemos citado, en el año 1904 la cruz de la Tercia ya se encontraba parcialmente desaparecida, sin embargo, es conocido que la Picota o “Cruz de los Garabatos“ se mantuvo inhiesta y bien conservada hasta un fatídico día 15 de febrero de 1932, cuando un grupo de cuatro jornaleros temporeros fueron enviados a derribarla, cobrando cada uno de ellos 2 pesetas de la época. Fue así como se demolieron, tanto esta, como otras cruces que existían en la localidad, en una serie de actos de marcado carácter anticlerical, propios de aquellos convulsos años, entre los que se incluyó también la quema de algunas iglesias y ermitas como la de San Antón, tal y como recoge este recorte de prensa de la época adjunto.



Recuperación de la Picota o Cruz de los Garabatos


Desde la Asociación Cultural Turdulia hemos querido recuperar así un elemento distinguido de la historia de nuestra localidad, volviéndolo a colocar allí donde permaneció durante más de cuatro siglos, y que ahora, una vez ya ha quedado desprovisto de sus connotaciones negativas como signo de vasallaje u opresión hacia el pueblo, debe permanecer como un símbolo más de nuestra tradición como Villa, que permita a las generaciones futuras conocer y transmitir igualmente su historia.


Desde la Asociación Cultural Turdulia, pretendemos impulsar la creación de una “Ruta de las cruces” que dote a Belalcázar de un nuevo reclamo turístico-cultural que logre explicar y transmitir correctamente el origen y significado de cada una de ellas.

Con esta actuación, pues, consideramos culminada nuestra tarea de recuperación de las antiguas cruces de término de la localidad, habiendo reconstruido desde el año 2017 un total de cuatro de ellas, como son: La Cruz del Cucurucho, la Cruz de la Calle de la Cruz, la Cruz Verónica y, ahora, la Cruz de los Garabatos.



Con ello, esperamos sinceramente haber contribuido a la consolidación y difusión de nuestra historia y haber aumentado, de paso, el patrimonio histórico-artístico de Belalcázar. Ojalá esta acción de recuperación patrimonial perdure en el tiempo y sea merecedora de su conservación por generaciones venideras, a quienes deseamos legar un patrimonio mejor conservado y protegido del que ya nosotros hemos recibido.


No queremos dejar de agradecer a todos aquellos que han colaborado y tomado parte en la reconstrucción de esta cruz, ya sea donando materiales, tiempo o trabajo, como son: la Comunidad de Bienes El Calvario (transporte y grúa), Manuel Rodríguez Moyano (sillar romano), Ayuntamiento de Belalcázar (capitel, columna, basa y materiales de obra) y a los miembros de nuestra Asociación: José Paredes Medina, Alfonso García Flores, Juan José Vioque Serena y Rafael López Monge, por prestar de forma desinteresada su mano de obra, además de todo su esfuerzo y dedicación a la consecución, tanto de esta obra de reconstrucción, como a la del resto de cruces. A todos ellos, nuestro más sincero agradecimiento.



Y como objetivo último, queremos anunciar que, desde la Asociación Cultural Turdulia, pretendemos impulsar la creación de una “Ruta de las cruces” que dote a Belalcázar de un nuevo reclamo turístico-cultural y que logre explicar y transmitir correctamente el origen y significado de cada una de ellas, contribuyendo así a hacer si cabe aún más imprescindible e interesante la visita a nuestra localidad.




Artículo de Javier González Calderón para la Asociación Cultural Turdulia.


 

Fuentes documentales:

- "El Condado de Belalcázar (1444-1518): aportación al estudio del régimen señorial en la Baja Edad media", Emilio Cabrera Muñoz (1977).

- "Inventario monumental y artístico de la provincia de Córdoba", Rafael Ramírez de Arellano (1904).

- "El asesinato del alcalde de Belalcázar. Conflictos político sociales en el mundo rural durante el primer bienio republicano (1931-1933)", Feliciano Casillas Sánchez (2003). 

- "Las cruces de término o humilladeros", Rafael López Monge (www.belalcazar-cordoba.blogspot.com).

- Glosario ilustrado de arte arquitectónico (www.glosarioarquitectonico.com)

- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica (https://prensahistorica.mcu.es)



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