Dieciocho meses después de su violento derribo por parte de la comunidad indígena Misak durante unas protestas contra el Gobierno, la estatua del conquistador ha vuelto esta semana a ser colocada en su emplazamiento original, una vez completada su restauración.
La recolocación de la estatua de Sebastián de Belalcázar este pasado lunes en el mismo emplazamiento donde fue derrumbada violentamente el pasado 28 de abril del 2021 por un grupo de indígenas Misak es una acción que ha sido percibida por algunos como un desafío y un acto de provocación hacía las comunidades indígenas, y por otros como un acto de justicia y dignidad para con el conquistador y fundador de la ciudad de Santiago de Cali en el año 1536.
Desde la Asociación Cultural Turdulia, en aras de nuestra particular búsqueda del conocimiento y el estudio de todos aquellos elementos y personajes que forman parte de la historia de nuestra localidad, nos proponemos en el presente artículo analizar la situación ocurrida en Cali en torno a nuestro celebérrimo paisano; y lo trataremos de hacer desde varios prismas, con objeto de conseguir pulsar –pese a la distancia– el sentir del pueblo colombiano, tratando de comprender y explicar las reticencias y antipatías que despierta hoy en día el personaje entre ciertos sectores de la población, además de contextualizar su actos en la época en la que ocurrieron, tratando de aportar una nueva visión que amplíe el actual horizonte de discusión.
Por todo ello, y en pos de la difusión del patrimonio histórico de nuestra localidad, que es el auténtico motivo de trabajo de nuestra asociación, aprovechamos la circunstancia para hacer un repaso sereno a la figura del personaje, para lo que compartimos de nuevo con vosotros el artículo que tuvimos ocasión de escribir sobre él hace ya un par de años y que podéis volver a leer aquí ➡ Sebastián de Belalcázar: ¿Héroe o villano?
Introducción: Contexto político y social en la Colombia actual
La sociedad colombiana, al igual que todas, pero tal vez de forma más pronunciada de lo que pudiéramos sentirlo en España, está compuesta por unas capas o estratos sociales diferenciados entre sí por un marcado componente étnico que categorizan a una persona de forma prejuiciosa en una determinada clase social.
Con la figura de Sebastián de Belalcázar ocurre lo mismo, siendo vista por unos de forma preconcebida como un genocida y criminal de guerra, símbolo opresor de las actuales clases sociales imperantes, y por otros como un héroe e icono de la ciudad que trajo desarrollo y evangelización a la zona. Se convierte así esta en una cuestión de difícil encaje en una sociedad colombiana todavía demasiado dividida y segmentada, que se debate entre la necesidad de rendir homenaje a sus padres fundadores –los colonos españoles– o en reconocer a quienes se consideran herederos de aquellas tribus indígenas desplazadas por los conquistadores.
Se ha convertido, pues, la figura del fundador de la ciudad en un símbolo de posicionamiento político entre quienes defienden el legado español resultante de la conquista –apoyado principalmente por las clases altas de la sociedad colombiana, sucesores culturales de esta tradición– y quienes denuestan todo lo acontecido en aquella época por el menoscabo de la cultura local que supuso, amén de las presupuestas atrocidades cometidas con los indígenas –apoyado en mayor medida por los segmentos más afines al bolivarismo y por los grupos que se consideran herederos de los pobladores originales del territorio–.
Se traduce esto en la tradicional concepción de la lucha de clases, con la particularidad de utilizar deliberadamente la historia para realizar una interpretación sesgada e interesada de la misma con la que buscar argumentos en los que apoyar unas ideas políticas excluyentes que no consiguen más que enfrentar a la población y alejarla del auténtico conocimiento de sus raíces y orígenes comunes al denostar de forma sistemática a la otra parte. Para comprenderlo, resulta esclarecedor el siguiente esquema de clases sociales generadas tras la conquista de América y que en gran medida sigue subyacente en la sociedad actual iberoamericana:
La restauración de la estatua desde un punto de vista oficialista e institucional
Según se ha informado desde la propia Alcaldía de Cali, la reinstalación de la estatua nunca fue fruto de discusión, teniendo claro el compromiso adquirido por la actual administración en la salvaguarda del patrimonio caleño. No obstante, el coste de la restauración de la pieza se ha elevado hasta los 290 millones de pesos y desde el consistorio se han preocupado en remarcar que la misma ha sido sufragada de forma íntegra por la póliza de la aseguradora, sabedores de las críticas que les va a suponer la reinstalación de un patrimonio tan discutido por la sociedad actual caleña.
Por su parte, la Secretaría de Cultura de Cali, durante el tiempo transcurrido desde el derribo de la estatua el 28 de abril de 2021 hasta hoy, ha promovido la realización de diversas mesas de trabajo con representantes de las comunidades indígenas para escuchar los diferentes puntos de vista existentes sobre el personaje y trabajar en la resignificación del espacio para que recoja las diferentes sensibilidades culturales.
Así es como justifican los máximos dirigentes caleños la reinstalación de la estatua de nuevo en el mismo emplazamiento público y no en un museo, por ejemplo:
La estatua de Sebastián de Belalcázar debería convertirse en un símbolo de la diversidad de una ciudad rica precisamente por su mestizaje, que no trate de esconder su pasado sino aprender de él.
Gracias a dicho debate entre comunidades, se acordó que el monumento cuente con una nueva placa, cuyo texto ha avalado la Academia de Historia del Valle del Cauca, en la que se reconoce y exalta el papel histórico que también tuvieron durante la conquista las poblaciones indígenas que lucharon y se opusieron a la colonización española. Adicionalmente, se ha firmado un 'Pacto de gobernanza por el respeto al patrimonio, a la inclusión y a la diversidad cultural de la ciudad de Santiago de Cali' por representantes de las instituciones y líderes de las comunidades presentes como muestra de buena voluntad.
La polémica generada en torno al personaje histórico y su trasfondo social
Desde la Asociación Cultural Turdulia, dado el vínculo ineludible que une a nuestra población con el fundador de la capital del Valle del Cauca, hemos seguido muy de cerca los hechos ocurridos al otro lado del charco, así como tratado de entender las sensibilidades que se despiertan en torno a esta situación. Desde nuestro punto de vista, la estatua de Sebastián debería convertirse en un lugar de encuentro y debate para el enriquecimiento de la sociedad, debiendo ser este un símbolo de la diversidad de una ciudad rica precisamente por su mestizaje, que no trate de esconder su pasado sino aprender de él.
El reconocimiento a la diversidad de un pueblo es un principio básico sobre el que basar la convivencia, pero el estudio de su historia y de las diferentes culturas que lo integran es lo que le permitirá finalmente respetarse y entender sus diferencias.
Momento de la firma del 'Pacto por el respeto al patrimonio, a la inclusión y a la diversidad cultural de la ciudad de Santiago de Cali' que tuvo lugar durante la reinstalación de la estatua de Sebastián de Belalcázar. Fotografías: Secretaría de Cultura de Cali (Twitter: @CaliCultura).
Desde nuestra concepción, el reconocimiento a la diversidad de un pueblo es un principio básico sobre el que basar la convivencia, pero el estudio de su historia y de las diferentes culturas que lo integran es lo que le permitirá finalmente respetarse y entender sus diferencias. Por ello, animamos a todos los caleños a hacer propia esta tarea de profundización en sus raíces y conocimiento de su historia y de los diferentes actores que tomaron partido de la misma, pero alejando de ella la aplicación de cualquier juicio de valor propio de una mentalidad de nuestro siglo a unos hechos ocurridos cinco siglos atrás.
Contextualizando la conquista: la necesidad de resignificación del espacio mediante el conocimiento y la abstracción de sesgos preconcebidos
Debería visualizarse el monumento a Sebastián de Belalcázar no como un ensalzamiento a su figura en contra de otras, sino como una parte ineludible de la historia de la ciudad, necesaria para comprenderla, pero necesitada a su vez de un contrapunto que la equilibre y dé sentido global a la misma.
Dicho de otro modo, la ciudad requiere de la creación de espacios públicos similares para la exaltación e interpretación de las diferentes identidades y sentimientos indígenas, que fueron parte inevitable e imprescindible de aquella época y tuvieron un papel igual de importante en la historia. No se puede seguir mostrando solo una de las partes de la contienda, preponderándola por omisión sobre la otra, que quedaría inmediatamente huérfana de referentes, generando con ello un sentimiento permanente de maltrato e incomprensión que acaba degenerando en odios preconcebidos y movimientos antisistema.
No se trata esta, pues, de una historia de vencedores y vencidos, puesto que es por todos sabido que los colonizadores españoles se sirvieron de tribus indígenas enfrentadas a aquellas que ostentaban el poder en la región para derrocar a sus líderes, convirtiendo la conquista en una auténtica guerra civil en la que los diferentes caciques locales aprovechaban la coyuntura para quitarse el poder entre ellos mediante alianzas efímeras con la potencia extranjera recién llegada. Así, no podemos entender la conquista de América como un acto de genocidio que pretendiera el exterminio de las etnias locales tal y como se ha vendido históricamente por parte de la 'Leyenda Negra española', sino como una pura batalla de conquista territorial motivada por la obtención del poder y la riqueza, similar a las que las que hoy en día se siguen dando en el mismo corazón de Europa, aunque con la descarnada violencia y mentalidad propias del medievo –a veces, lamentablemente, no tan distante de la actual–.
Evidencia de todo ello fue el proceso de mestizaje que se generó desde el principio en Iberoamérica, a diferencia de lo que ocurrió con otros procesos colonizadores como el inglés, que no admitía el mestizaje por considerar impuras otras razas que no fuesen la suya. Así, sabedores los conquistadores españoles de que, en su evidente minoría y con la voluntad que tenían de prevalecer por largo tiempo en el lugar dominando la región para maximizar la extracción de las riquezas allí existentes, necesitaban de alianzas estratégicas, políticas y matrimoniales con las que apaciguar los territorios y tejer una nutrida red de vástagos y descendientes que les permitieran perdurar en el poder.
Lo que sí resulta innegable fue la imposición cultural que se acabó llevando a cabo con la paulatina evangelización desarrollada por la potencia extranjera, la cual lamentablemente consiguió ir borrando poco a poco las costumbres y tradiciones locales, catalogadas por la mentalidad de la época como formas de herejía y paganismo llamadas necesariamente a erradicar. Fue esto primordialmente y no otra cosa lo que provocó la desaparición de la centenaria cultura local allí existente, que fue siendo abandonada con el transcurso de los años, adecuándose al progreso de la vida emprendido por las nueva sociedad resultante.
Conclusión final
Concluimos, pues, estos razonamientos con la certeza de que el estudio y el conocimiento de la historia debería llevarnos a un juicio más sereno y capacitado sobre estos asuntos, los cuales generan en muchas ocasiones una disputa visceral y desaforada entre quienes se consideran sucesores de cada una de estas culturas primigenias, sin tomar consciencia del gran legado común obtenido con su interrelación y del desarrollo alcanzado gracias a su encuentro.
El estudio de nuestras raíces y de las vicisitudes históricas ocurridas hasta alcanzar nuestros días, nos debería permitir entender mejor el relato presente, abstrayéndonos de prejuicios y aprendiendo durante el proceso que hay puntos de vista para todo y que la pluralidad es la absoluta riqueza de nuestra sociedad, cincelada durante siglos de mestizaje, tanto étnico como cultural, la cual nos ha traído hasta nuestros días tal y como somos.
Por ello, como decimos, animamos a todos los caleños a hacer propia esta tarea de profundización en sus raíces y conocimiento de su historia, acercándose de forma abierta a los diferentes actores que han tomado parte de la misma, pero alejando de su concepción la aplicación de cualquier juicio de valor propio de una mentalidad de nuestra época a unos hechos ocurridos cinco siglos atrás. Ello, posiblemente, nos lleve a un encuentro más inclusivo y respetuoso de las diferentes culturas que forman nuestra sociedad actual, logrando poner en justo valor la grandeza e importancia de nuestra diversidad.
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